Lion Craig es un chico holandés de 16 años que volvió en sí tras cuatro años en coma. Desde que nació, el chico era muy activo, sus padres no siempre estaban a la altura de sus travesuras, y esto a menudo se convertía en un verdadero problema. Este tipo de niño necesita un ojo de la cara y otro de la cara. A los 12 años, Lyon fue con los chicos al lago local para jugar junto al agua, observar diferentes animales y pasar tiempo con los amigos.
Mientras jugaban persiguiéndose por la orilla, los niños olvidaron obviamente las precauciones de seguridad. El niño, al intentar alcanzar a su amigo, tropezó, se le movió la pierna y cayó directamente al agua. Ninguno de los amigos decidió ayudar a Leo, quizá porque no sabían nadar especialmente. Pero como actuaron con rapidez y llamaron a los adultos, consiguieron sacar al niño del lago. Es cierto que ya no respiraba. Mientras la ambulancia estaba de camino, intentaron bombear a Lyon.
Quienes han estado en coma suelen hablar de otra dimensión.
Sólo unos nueve minutos después del accidente su corazón volvió a latir en presencia de los médicos. El niño fue trasladado de urgencia al hospital, donde pasó una larga temporada. Durante los primeros días, el personal de la institución médica temía incluso hacer pronósticos, pero al cabo de una semana quedó claro que Lyons no volvería a la vida normal. Los padres sintieron pena y pidieron al destino un milagro en forma de despertar de su hijo. Pasaron los meses y, al final del segundo año, la fe en un final feliz se tambaleó seriamente. El médico que le atendió descartó la posibilidad de salir del coma.
Los médicos de Amsterdam que examinaron a Lyons sugirieron abandonar el tormento y la preocupación y recurrir a la eutanasia infantil. Pero ni el padre ni la madre aceptaron dar este terrible paso. Se mantuvieron fieles a sus convicciones y estaban dispuestos a seguir pagando cualquier cantidad de dinero para mantener la vida de su hijo. Un año más tarde, nuevas pruebas revelaron una actividad cerebral anormal en el niño. Como si hubiera empezado a «despertar» del sueño.
Para eliminar errores en los resultados, se realizaron varios experimentos especializados para provocar actividad en distintas partes del cerebro. En el caso de los pacientes en coma, tenían que mostrar una actividad nula. Los de Lyon, en cambio, mostraron respuestas. La extraordinaria anomalía impresionó seriamente a los especialistas. Destacados neurofisiólogos y neuropsicólogos obtuvieron el permiso de los padres para realizar una serie de pruebas y, durante la consulta, los médicos expresaron su esperanza de que el niño despertara, a pesar de que hace seis meses esto parecía imposible.
Tras cuatro años en coma, León despertó. Durante este tiempo, olvidó casi toda su vida anterior, pero compartió una historia extraordinaria. Todo el tiempo que su cuerpo estuvo en un sueño comatoso, el niño vagó por un misterioso laberinto. El holandés describió sus paredes como un seto alto, sólo que no estaba hecho de hojas, sino de una sustancia verde, constantemente cambiante, pulsante y en movimiento.
El suelo estaba cubierto de piedra blanca y fría. El cielo o el techo brillaban con colores nacarados, como si hubiera un constante atardecer o amanecer: los tonos rosas daban paso al azul y al naranja, la iluminación se atenuaba ligeramente o, por el contrario, se volvía un poco más brillante. No había sonidos alrededor, sólo muchos pasos. Lyon vagaba. Durante este tiempo, el chico se encontró con muchas otras personas, pero donde estaban todas era imposible hablar. Los que iban por el camino se cruzaban.
Encontró una salida.
Deambulando por el intrincado laberinto, el niño se dio cuenta de que no podía respirar, no se cansaba, no quería dormir, beber ni comer y carecía por completo de emociones y deseos. El león sólo podía caminar. No se sabe cuántos millones de pasos consiguió dar, pero al final del camino, el niño vio un portal redondo de color verde brillante. Al entrar, se encontró de nuevo en nuestro mundo.
¿Dónde había estado el niño todo este tiempo?
Nadie podía decir con seguridad si se trataba de una prueba del alma de Craig León o de todos estos juegos de percepción cerebral. Ni los médicos, ni otros especialistas, ni el propio chico.
Los padres estaban increíblemente felices. Es evidente que el niño tiene problemas de coordinación, del habla y de algunas otras funciones, pero lo más importante es que está vivo. El regreso de un niño a nuestro mundo es un milagro, no hay otra forma de decirlo. Pero, ¿quién es el responsable de este milagro? ¿Dios? ¿El alma del león, que no quería marcharse para siempre? ¿Hay otras fuerzas que puedan ayudar en estas situaciones? Está claro que alguien dio al niño holandés la oportunidad de reformarse y volver con sus padres.